martes, 14 de septiembre de 2010

Continuaacion DEL MATRIMONIO

Para comprender mejor el contenido de esta publicacion, te invito a que leas antes el contenido del AMOR Y EL MATRIMONIO editado el dia de ayer y espero que este tambien te sea de bendicion

Para los que se encuentran al borde del fracaso conyugal, es importante que comprendan que nunca es demasiado tarde para empuñar las riendas de su matrimonio a fin de salvarlo. Si le piden a Dios que los ayude, Él lo hará. Después de todo, Dios es el que diseñó el matrimonio, y siempre está dispuesto a repararlo. Pero es imprescindible que lo pongan en sus manos y le permitan hacerlo. Porque si no están dispuestos a cooperar con Él, poniendo de su parte para restablecer la armonía en su matrimonio, es probable que tengan que afrontar las siguientes consecuencias naturales.


EL ADULTERIO Y EL DIVORCIO
Hay varios factores que llevan a la separación y al divorcio de los matrimonios, y por consiguiente a la desintegración del núcleo familiar. Uno de los más determinantes es el adulterio, es decir, la infidelidad conyugal. En el libro del profeta Malaquías, Dios nos revela que Él no aprueba sino mas bien aborrece el divorcio: «Yo aborrezco el divorcio Dice el SEÑOR, Dios de Israel» (2:16). De ahí que detesta tanto el adulterio, que con frecuencia lleva al divorcio. De igual manera tenemos que recorda lo siguiente «¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios» (1 Corintios 6:9,10).


El adulterio debilita el vínculo matrimonial que Dios estableció; el divorcio lo rompe. A fin de comprender mejor lo que Dios espera de nosotros, vamos a considerar el adulterio y el divorcio en términos de mandamiento, símbolo y voto.



1.         El mandamiento: «No cometas adulterio» (Éxodo 20:14). De este mandamiento, que bajo la ley de Moisés tenía graves consecuencias si llegaba a quebrantarse, se hacía caso omiso como si hubiera sido borrado de entre los diez que debían regir la moral del pueblo de Dios. Por eso Cristo, durante su ministerio terrenal, abordó el tema y dejó bien claro que Dios no había cambiado de parecer. Al contrario, Cristo consideró el adulterio como un pecado tan grave. (Mateo 19:8-9).

2.       El símbolo: la relación entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:32). En su Carta a los Efesios el apóstol Pablo nos da a entender que el matrimonio encierra un significado espiritual muy importante, pues es símbolo de la relación entre Cristo y su iglesia. Por lo tanto, cometer adulterio es deshonrar ese símbolo sagrado.

3.       El voto: «hasta que la muerte nos separe» (Marcos 10:2-9). «Cumple tus votos —nos exhorta el Maestro de Eclesiastés. Vale más no hacer votos que hacerlos y no cumplirlos» (5:4,5). Toda persona que comete adulterio no sólo deshonra el símbolo divino sino que también falta a ese voto sagrado que hizo ante Dios y los hombres el día de su boda.

COMO EVITAR EL ADULTERIO

Nadie está exento de la tentación de cometer adulterio. Dos de las justificaciones o excusas más grandes del cónyuge infiel son que ama a otra persona y no puede controlar sus impulsos. Sin embargo, sabemos que la realidad es otra, puesto que hay muchos que han permanecido fieles a su cónyuge, durante muchos años, hasta la muerte. Hay dos cosas que necesitamos comprender para no caer en la trampa del adulterio:

1.          El amor es una decisión, un compromiso que cumplimos, y no un simple sentimiento. Por lo tanto, podemos controlarlo con la ayuda de Dios. No confundamos el amor con la atracción física. De hacerlo así, el enemigo de nuestra alma usará el tal amor para tentarnos. En lugar de entregarnos a una atracción fatal con otra persona, huyamos de ella y mantengámonos alejados.


2.        No es biológicamente imposible tener una sola mujer o un solo hombre, ni se requieren poderes sobrenaturales para serle fiel al cónyuge. De ser así, las Sagradas Escrituras no nos exhortarían a tal fidelidad. Lo cierto es que Dios nuestro Creador, que nos conoce a fondo, sabe que la fidelidad conyugal no sólo es posible sino mil veces preferible. Fue Él quien dispuso que cada uno le fuéramos fiel a nuestro cónyuge, porque sabía que nos conviene. Por algo dice la Biblia: «Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales» (Hebreos 13:4). Para evitar ese juicio, sólo hace falta determinar que, con la ayuda de Dios, no vamos a violar nuestro voto sagrado.

EL MALTRATO FISICO Y VERBAL

Otro de los factores lamentables que conducen a la desintegración familiar es el maltrato físico o verbal del cónyuge o de los hijos. Según el libro de Génesis, el matrimonio es tan singular que cuando dos personas se casan, SE FUNDEN EN UN SOLO SER . En otras palabras, llegan a ser un solo cuerpo. Por eso San Pablo, al citar ese pasaje, dice que «el esposo debe amar a su esposa como ama a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo», explica el apóstol, pues nadie que está en sus cabales odia a su propio cuerpo, sino que lo cuida (Efesios 5:25-33). De ahí que golpear a su esposa es como golpearse a sí mismo.


Así mismo, el que maltrata a sus hijos maltrata a la herencia que Dios le ha dado. Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa (Salmo 127:3). Si vamos a seguir a Cristo, es imprescindible que dejemos de maltratarnos y que nos amemos más bien, tal y como Él nos amó a nosotros. Él se dejó maltratar para que dejáramos de maltratarnos unos a otros, y entregó su vida para que entregáramos la nuestra, hasta la muerte, por amor (1 Juan 4:7-11).
Es sumamente importante que la familia que padece de tal abuso busque ayuda antes de que suceda una desgracia, incluso la desintegración del hogar. Tanto las personas maltratadas como los agresores sufren a raíz de la violencia perpetrada, y por lo tanto necesitan buscar ayuda como familia. Sin embargo, cuando el agresor no está dispuesto a buscar la ayuda que necesita, el cónyuge y los hijos deben alejarse de él para estar libres del peligro. Es, desde luego, mucho más factible recibir la ayuda apropiada si uno vive en un lugar que tiene recursos dedicados a prestarla. Sin embargo, el que no tenga a su alcance ayuda profesional puede acudir a una iglesia en busca de ayuda. Dios está en todo lugar; si clamamos a Él, podemos tener la seguridad de que Él vendrá en nuestro auxilio de alguna forma u otra (Salmo 46:1). El Juez de toda la tierra nunca es partidario de la injusticia, tal como el abuso o maltrato de cualquier ser humano creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26,27; 9:6; 18:25; 2 Crónicas 19:7).


QUE HACER FRENTE AL ADULTERIO Y EL MALTRATO

Si usted se encuentra en la triste y desagradable situación que producen tanto el adulterio como el maltrato, ante todo busque a Dios. Él le ama tanto a usted como a su cónyuge, y no desea la destrucción de su vida ni la de su pareja, y menos la de su hogar. Para Dios no hay nada imposible (Lucas 1:37). Él puede mover mundos enteros, si es necesario, para restaurar su relación conyugal y así restablecer su matrimonio. Y quiere sanar las heridas más profundas de su alma. No permita que su vida se hunda en la miseria causada por el pecado, la amargura y el dolor. Extienda la mano hacia Dios para que Él lo saque de las arenas movedizas de la infidelidad y el maltrato, y si no lo ha hecho antes, tome los siguientes pasos:

  1. Confiese que es pecador y pídale perdón a Dios por haberle fallado y ofendido.

  2. Crea que Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por sus pecados y resucitó al tercer día a fin de ofrecerle la salvación y restauracion no solo de su alma sino tambien de su matrimonio y su familia.

  3. Declare que Cristo es su Salvador y el Señor de su vida. Pues «si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo» (Romanos 10:9-10).

  4. Busque ayuda de una iglesia fundamentada en la sana doctrina, donde los lideres puedan ayudarlos atraves de la consejeria matrimonial y la restauracion.

DIOS TE BENDIGA...